Delincuencia y libertad, palabras de Cantita, un joven excluido del sistema.

Por Carlos Del Frade

Los números son las vísceras de la realidad, escribió hace mucho tiempo atrás Raúl Scalabrini Ortiz. En las colonias griegas del Asia Menor, Pitágoras sostenía que las cifras revelaban los misterios del universo y el gran poeta catalán, Joan Manuel Serrat, canta que detrás de los números está la gente.

“La gente” es un misterio. Inasible enigma. Dios profano de múltiples rostros, generalmente desconocidos.

Pero así cueste descifrar lo que encierran los números, hay datos que marcan límites entre los dichos, las profecías, las pesadillas y la realidad.

De acuerdo al último informe oficial, hay 7.598 personas detenidas en la provincia de Santa Fe, de las cuales el 66 por ciento son menores y hasta de 35 años. En el año 2008, sumaban 3.794 personas.

En doce años se duplicaron las personas detenidas. Para los profetas de la mano dura esto confirma que más allá de los arrestos y que no se verifique ninguna puerta giratoria, el encarcelamiento aumentado en un ciento por ciento no equivale, de manera mecánica, a una disminución proporcional a los distintos hechos de violencia urbana.

En forma paralela, desde el primero de enero al 18 de abril de 2021, otras cifras oficiales señalan que se cometieron en todo el enorme territorio de la provincia de Santa Fe nada menos que 112 homicidios. El 74,1 por ciento de los mismos con armas de fuego que alguien vende, alguien alquila y alguien recauda por esa venta, por ese alquiler. Y casi el 80 por ciento se concretaron en la vía pública. Solamente en el 6 por ciento de los casos se verificó que los homicidios se dieran en un contexto de robo.

Pero eso si, hay algo que se repite en los últimos cincuenta años: las víctimas, casi el 70 por ciento, mujeres y hombres menores de treinta y cinco años, una vez más.

Las personas que pueblan las cárceles y las personas que son asesinadas, tienen menos de 35 años y casi en el mismo porcentaje.

Por otro lado, como sucede en todos los lugares de encierro de la Argentina, la mayoría de las personas privadas de su libertad no tenían estudios secundarios completos ni tampoco trabajo.
Esas cifras dicen cosas y niegan planteos que generalmente agitan la llamada demagogia punitiva.

En enero de 2021, el caso de “Cantita”, llegó a las páginas del principal diario de la ciudad de Rosario.

“La foto muestra una sencilla embarcación de color rojo en una entrada de río calmo. De fondo, la mole de silos portuarios y algunas luces que prolongan su destello sobre el agua al atardecer.

Esa imagen que resume una ciudad de contrastes fue compartida en su perfil de Facebook por un pescador acusado de integrar la banda de “Los gorditos” a quien detuvieron hace dos semanas por cometer una temeraria balacera contra una casa de villa Manuelita y fue acusado como tiratiros a sueldo de la organización. Dos días después del atentado publicó la foto con este comentario: “Gracias a Dios pude comprarme canoa y motor. Con esfuerzo y sacrificio se llega a la meta””, comenzaba la muy buena nota de María Laura Cicerchia.

“Cantita” tiene 26 años y al celebrar la compra de la lancha, también anotó una frase cargada de significados: “Aguante esa delincuencia, arriba esa libertad”.

“Cantita” ahora forma parte de aquel primer número de la nota, integra la nómina de las 7.7598 personas detenidas en las cárceles de la provincia de Santa Fe al final de 2020.

Pero más allá de los números, en sus palabras hay sinónimos que parecen actuar en diccionarios diferentes: delincuencia es igual a libertad para él.

¿Por qué un pibe de 26 años piensa, siente y actúa de esta manera?.

Detrás de cada una de las personas que resultan invisibles al estar inmersas en esas cifras, hay historias con sentidos múltiples, existencias atravesadas por palabras que no quieren decir lo mismo aunque se pronuncien de similar manera.

Lo cierto es que el presente argentino vuelve a marcar a fuego a las pibas y los pibes, la vieja trama que comenzó de manera cruel con el terrorismo de estado, se confirma, año tras años, en estas cifras.

Pero la pregunta ante la frase de “Cantita” tiene una irresistible convocatoria, ¿cómo hacemos para que miles y miles de pibes y pibas como él no asocien la palabra libertad a la palabra delincuencia?.

El primer paso, tal vez, sea encontrar la humanidad que encubren esos números.

 

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